divendres, 8 de febrer del 2008

PENSAMENTS EN VEU ALTA

He decidit donar veu a les magnifiques persones que tinc al meu entorn, creant així una mena de finestra oberta on tots parlarem de les nostres reflexions.


Avui s'estrena una persona entranyable, que amb el nom d'Eduardo Bone, va regalant amor i pau per on camina. Va venir de Mèxic per quedar-se i he tingut la sort de conèixer de prop.



Daniel el maquinista

La vida es un tren que jamás detiene su marcha, el tiempo hace crujir cada uno de sus engranes con cada segundo que pasa. La decisión de quedarnos en la estación viendo pasar este tren, o de subirnos en él de una vez por todas (y en asiento de primera), depende de nosotros y de nuestras acciones.

Tenemos el billete comprado (repito, y en asiento de primera), pero simplemente no lo queremos usar, pensamos: ya me subiré en el siguiente. Y cuando sentimos que la estación empieza a inundarse con el vapor del nuevo tren que llega, unas cosquillas extrañas se nos cuelan por la boca del estómago, se escurren por las piernas y se nos quedan estancadas en los pies… y vemos con disimulado asombro, como esa sensación que es una mezcla explosiva de pereza y miedo, nos hace volver a donde empezamos: ya me subiré en el siguiente.

La estación vuelve a quedar vacía, el tren se ha ido, y de alguna forma nos sentimos tranquilos, porque conocemos cada rincón de la estación, sus defectos y sus virtudes, y nos sentimos seguros en ella. En cambio el tren es incierto, una incógnita, un desafío, preferimos la comodidad de aquella sala de espera con asientos aterciopelados, con servicio completo de cafetería con esos donuts de chocolate que están tan buenos.

Tenemos que hacer frente a muchos demonios internos, tal vez uno de los más monstruosos es la comodidad. Pasamos nuestros días anestesiados, sumergidos en un torbellino de confort, de aparente seguridad, hipnotizados por un espejismo de bienestar… pensando: ya me subiré en el siguiente.

Llenamos nuestra agenda con miles de ocupaciones urgentes, pero ninguna importante. Nos convencemos (y convencemos a los demás) de que estamos muuuuuy ocupados, y damos la espalda a todo lo que realmente nos importa.

Conozco a alguien que no solo viaja en asiento de primera, es el maquinista de un poderoso tren, dirige su vida. Es Daniel Juárez.